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13

jul 2016

La tentación de la memoria

13 de Julio de 2016. Luis Maria Gonzalez Fernandez

“No me tientes, que si nos tentamos no nos podemos olvidar”, decía Mario Benedetti. Sí, hablamos de lo que hablamos y sabemos lo que decimos. CCOO no quiere olvidar porque para ganar el futuro necesitamos saber de dónde venimos. Muchas veces hemos repetido que en CCOO somos lo que fuimos, y esta es la principal enseñanza que extraemos cuando en días como el 11 de julio de 2016 rendimos homenaje a las personas que dieron vida a este sindicato en circunstancias muy adversas. Y lo hacemos con la voluntad firme de construir futuro, de mantener inquebrantable nuestra voluntad de defender los derechos de las trabajadoras y trabajadores.

El 11 de julio de 2016, en la capital catalana, 300 dirigentes y militantes de CCOO, que lo fueron y/o que lo son, se reunieron para celebrar el 40 aniversario de la Asamblea de Barcelona, un acto de generosidad, ingenio y coraje que más de 600 delegados y delegadas de CCOO protagonizaron hace ahora cuarenta años. La dictadura les había negado el permiso para hacerla en Madrid, pero este sindicato era ya demasiado fuerte y visible como para obedecer órdenes de Fraga Iribarne. La dirección clandestina de CCOO lanzó un órdago al entramado represivo del franquismo –“Franco murió en la cama, pero la dictadura hubo que derrotarla en la calle”, repite Toxo- y en unos pocos meses puso en marcha un dispositivo para celebrar en la parroquia de Sant Medir de Barcelona, al calor de la gente más progresista de la iglesia católica, su puesta de largo, aunque fuese con la discreción que exigía el momento. Otros sindicatos como la UGT y CNT pudieron reunirse en Madrid unos meses antes, con la correspondiente autorización gubernativa, en un intento desesperado de los ideólogos del reformismo franquista de debilitar el sindicalismo de nuevo tipo representado por CCOO y caminar hacia una “democracia vigilada”.

CCOO no lo permitió. Celebró en Barcelona su Asamblea, avanzó los principales contenidos de su proyecto sindical, reforzó su condición de organización y sentó las bases del futuro sindicato. Aquella demostración de fuerza de CCOO constituyó, obviamente, un aviso a navegantes: la libertad sindical no será tal sin todos los sindicatos, y la democracia será una quimera si no entran en juego todos los partidos, especialmente el que disponía de la más potente herramienta de movilización democrática, el PCE. No conviene olvidar cómo se fraguó la transición, porque en la actualidad la frivolidad, la deslealtad y la desmemoria “a diestra y siniestra”, pretenden revisar la historia para fabricar caricaturas y patrañas sobre aquel periodo. Las huelgas y movilizaciones obreras, las manifestaciones estudiantiles, vecinales y profesionales dieron al traste con los intentos de encorsetar la democracia y finalmente en abril de 1977 fue legalizado el PCE, y unas semanas más tarde, CCOO.

En los actos organizados por CCOO en Barcelona el 11 de julio, destaca la celebración del Consejo Confederal para convocar solemnemente el 11 Congreso del sindicato en la misma iglesia en la que hace cuarenta años tuvo lugar la Asamblea de Barcelona. La misma iglesia, el mismo calor y alentados por el mismo cura que la facilitó entonces, Mossen Bigordà. Y es que somos tercos. Nos gusta tentar a la memoria porque tentándola no olvidaremos lo que somos; además nos proponemos seguir haciendo historia para que la memoria no solo funcione hacia atrás, sino que actúe como memoria del futuro.

Luis María González

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