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3

abr 2018

Levando anclas

3 de Abril de 2018. Luis Maria Gonzalez Fernandez

Si de algo empieza uno a estar harto en este festival de disparates del independentismo es de su eficaz función para neutralizar el conflicto social, hecho que, por otro lado, confirma la incompatibilidad de aquel proyecto con el ideario progresista y de izquierdas, que se hace fuerte en la lucha por la igualdad, la solidaridad y los derechos de los más desfavorecidos. Y qué decir de la izquierda cómplice del nacionalismo, que no duda en acudir rauda a los frentes y manifestaciones para liberar a los presos o para defender instituciones de autogobierno que el propio independentismo tiene bloqueadas, mientras se muestra incapaz de elaborar un informe sobre la situación social y laboral en estos años de procés, denunciar la burda y grosera manipulación de TV3 o advertir del deterioro de los servicios públicos en Catalunya. Cosas de los nuevos tiempos.

Otra razón más para que el sindicato marque iniciativa y territorio, en tanto que sujeto político autónomo, en una sociedad que sufre uno de los momentos de acción política e institucional más desnortada de los últimos cuarenta años. CCOO lo anunció en su último congreso y se dispone a materializarlo. Se hizo realidad una profunda renovación en los órganos de dirección, empezando por el secretario general, y con más mujeres en tareas ejecutivas de primer orden. Se ajustó y actualizó el discurso sindical, y llega ahora el momento de poner al día la organización para estrechar lazos con la acción sindical en los centros de trabajo, primero, y con el tejido social organizado después. El sindicato lleva un tiempo en ello. Todo, con un claro objetivo: acompañar el diálogo social de un proceso sostenido de movilización (o viceversa) en una triple dirección: pensiones y estado de bienestar, salarios y empleo de calidad, e igualdad social y de género.

Con la crisis, la derecha económica y política se llevó por delante buena parte de la arquitectura del derecho del trabajo y liquidó derechos sociales y laborales. Ahora, las empresas vuelven a tener beneficios, pero no quieren compartirlos con subidas salariales dignas; y el Gobierno, atrapado por las encuestas, pretende vivir de gestos y golpes de efecto, renunciando a consolidar derechos o a recuperar los perdidos, especialmente con su reforma laboral de 2012. Por eso, la palabra ahora tiene que ser de las trabajadoras/es y de los sindicatos. El camino elegido por las organizaciones empresariales y el Gobierno, justo cuando presumen de recuperación económica y de creación de empleo, es una exhibición temeraria de irresponsabilidad y provocación. Y el movimiento sindical debe actuar con la responsabilidad y la decisión que no han demostrado sus contrapartes. En eso estamos.

Luis Maria González

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