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25

ene 2017

Iniciativa sindical y propuesta política

25 de Enero de 2017. Luis Maria Gonzalez Fernandez

En las últimas semanas distintas iniciativas sindicales han sido recibidas en sede parlamentaria con desigual entusiasmo. Unos las aparcan, otros las archivan y no faltan quienes las valoran. Entre estos últimos, destacan los que las tramitan deprisa, deprisa.

Pasó con la reforma laboral, más tarde con el SMI y ha vuelto a ocurrir con la ILP para la prestación de ingresos mínimos. En el primer caso, la iniciativa parecía más sencilla porque se trataba de votar la derogación de la reforma. Se ponía a prueba la voluntad política de acabar con una legislación laboral, muy lesiva para las trabajadoras y trabajadores y fuertemente relacionada con la precariedad del mercado de trabajo. El resto, el diseño de un nuevo modelo de relaciones laborales, parecería reservado, fundamentalmente, al diálogo entre las organizaciones empresariales, sindicatos y Gobierno.

Con el salario mínimo, el proceso fue más acelerado. Los sindicatos creyeron que el momento era propicio para llevarlo hasta los 800 euros en 2017 y el escenario de negociación correspondería, esencialmente, a los agentes sociales y al Gobierno. El grupo parlamentario que apoya al Ejecutivo eligió otro escenario y prefirió para la ocasión un socio parlamentario que le garantizase la mayoría. Ese fue el PSOE, que igualmente puso sus condiciones. Nada de subidas simbólicas. El SMI debe incrementarse un 8% y alcanzar los 707,6 euros mensuales, el mayor incremento de los últimos 30 años. El PP aceptó y la noticia la precipitó el PSOE -muy necesitado de imagen de utilidad-, pero cometió dos errores de bulto: ignoró el compromiso con los sindicatos, atribuyéndose una medida que debería haber salido del diálogo social; y concretó la subida en una cantidad alejada de la exigida por las organizaciones sindicales, poniendo su maltrecha credibilidad en cuestión, al menos ante quienes deben ser en esta legislatura sus potenciales aliados.

Hace unos días, la polémica surge por la tramitación parlamentaria de la ILP sobre prestación de ingresos mínimos que CCOO y UGT llevaron al parlamento con el apoyo de 700 mil firmas. Comparecieron en el Congreso los secretarios generales de los sindicatos y expusieron las razones de la iniciativa, que, a su juicio, debería tramitarse con la mayor urgencia, habida cuenta de la situación de necesidad en la que se encuentran unos dos millones de hogares. El 24 de enero, distintos medios de comunicación se hicieron eco de la decisión del PSOE de tramitar la ILP sin contar con el resto de los grupos parlamentarios -lo que provocó el malestar y enfado de alguno de ellos-, y con el visto bueno, dijeron, de los sindicatos. No era verdad. CCOO tuvo que salir al paso de inmediato para negar el supuesto acuerdo bilateral y advertir que, pese a la buena disposición del grupo socialista que agradecieron, la ILP se presenta con la firme voluntad de sacarla adelante y para ello es deseable un consenso parlamentario más amplio y plural que permita el apoyo de la mayoría de la cámara. No parece que sean necesarios muchos argumentos para justificar la demanda sindical.

Vivimos, pues, un tiempo de agitación parlamentaria, que no está mal si tenemos en cuenta la actual pluralidad del Congreso y la condición de minoría del propio Gobierno. Pero convendría evitar la improvisación y la temeridad. El PSOE debe encauzar su buena disposición al diálogo con los sindicatos de otra manera. Se trata de sumar y no restar apoyos a las iniciativas que lleguen del movimiento sindical (o de otros colectivos sociales y profesionales) para ganar la votación y conseguir una posterior negociación con el Gobierno que permita traducirlas en iniciativas legislativas favorables a la gente más vulnerable. De la misma forma, grupos como Unidos Podemos tienen que salir de su burbuja partidaria y de activismo indignado y dedicarse con más rigor a la acción parlamentaria. Contar en la calle lo que se hace en las instituciones o llevar a las instituciones lo que se hace en la calle son tareas compatibles. Lo que no es compatible es confundir el parlamento con una asamblea de barrio.

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