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16

ene 2018

Millás no cobra el salario mínimo

16 de Enero de 2018. Luis Maria Gonzalez Fernandez

 

Juan José Millás no cobra el salario mínimo. Tampoco es un asalariado. Él es un intelectual autónomo. No se le conoce militancia sindical o política alguna, pero acostumbra a difamar con frecuencia a los sindicatos. Esta vez por pactar una “propina” de salario mínimo con el Gobierno y las organizaciones empresariales.

No es la primera vez que este observador de pose radical arremete contra los sindicatos, ni la segunda…En esta ocasión, la excusa ha sido el Salario Mínimo Intrerprofesional, que en los próximos tres años experimentará una subida del 20% hasta alcanzar los 850 euros mensuales en 14 pagas. Para Millás una “propina”. Además, como él ya se encarga de sentenciar, ni siquiera esa “propina” será realidad, porque el Gobierno la condiciona al crecimiento y la creación de empleo.

Si creo necesario salir al paso de este tipo de soflama antisindical es porque el autor es reincidente y utiliza con frecuencia las ondas o la prensa para dar rienda suelta a su más depurado oficio: la parodia, que cuando es ficción puede resultar sugerente, pero si es sobre la vida misma, se me antoja una vulgar calumnia.

A Millás no le gustan los sindicatos, prefiere la acción espontánea. Hace varios años firmó un manifiesto de apoyo a una huelga general, pero fuera de la trinchera se mueve con dificultad. Pertenece a la escuela de la retórica fácil, consistente en DECIR la revolución, no en HACERLA. El diálogo y el pacto escapan a su privilegiado refugio, y sus fundamentos son un mero ejercicio de temeridad. Con frecuencia censura a los demás sus actos, pero sus credenciales reivindicativas son de recorrido corto, o sencillamente sin recorrido. Calificar de propina la subida del 20% del SMI, y afear a los sindicatos que no dijeran ni mu de la reforma laboral, constituye una singular exhibición de ignorancia y mala fe. Primero porque ignora la historia reciente de reivindicación y negociación en torno al SMI; segundo porque poco o nada le importan los cientos de miles de asalariadas/os que cobran el SMI; y tercero, porque sacar en este entierro la reforma laboral confirma que, en realidad, lo que él deseaba con su alegato dominical era murmurar sobre los sindicatos.

Sostendrá Millás, que la crítica es la esencia de la democracia y nadie debe enfadarse con las suyas. Pues yo sí. No es la reflexión crítica sobre su estrategia la que molesta al movimiento sindical. Es la frivolidad del observador, radicalmente ajeno a la acción del sindicalismo, que ejerce con entera impunidad desde una u otra plataforma mediática, la que hastía al sindicalismo y a las/os sindicalistas, sobre todo cuando viene de voces o plumas que dicen ubicarse en territorio progresista. Empieza uno a estar harto de tanto vocero de los pobres, empeñado en parodiar la revolución, sin dedicar un solo segundo a practicarla.

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